sábado, 23 de noviembre de 2013

Instrucciones para comer un frankfurt (guarro)



Preliminares:
 

Elija un frankfurt. Si es de barrio, mejor. El frankfurt de barrio no es un frankfurt cualquiera. Tolerancia cero ante los frankfurts franquicia. Rebélese y no se arrodille ante el paso imperial de legiones hambrientas de comida de poliespan.

A continuación entre. No salude. Porque nadie lo hará. Acérquese a la barra. Manténgase en pie. La mugre pegajosa del suelo le ayudará. Observará que no hay sillas ni taburetes. Hinque sus codos con firmeza encima de la barra e inspire profundamente. Escuche los chascarrillos de los presentes y fíjese en la decoración de las paredes. Pues bien: si no consigue desenganchar los codos de la barra; si el olor a fritanga se ha instalado para siempre en sus fosas nasales; si los comentarios son acerca de cómo será el fin del mundo; o bien cuelga de las baldosas un calendario del Mundial ‘82; y además aparece una señora de escándalo desnuda abrazando a Naranjito….es que usted se encuentra en un frankfurt de verdad.

Por si le cabe alguna duda fíjese en los fósiles que adornan el local: en tiempos pasados fueron jamones y embutidos.

Último preliminar: deberá tener en cuenta la terminología gastronómica bàvara al uso: frankfurter, bierwurst, bockwurst, bratwurst, blutwurst, wienerwurst, pikanwurst. Si además es usted científico o becario y no le queda más remedio que emigrar a Alemania, eso que tendrá aprendido.

Procedimiento:


Es muy sencillo: pida un frankfurt. Asertivamente y con desdén. Como un macho alfa. Tal que así:
- ¡Jefeeee! ¡Un frankfurt!
El jefe, casi escupiéndole en la cara, le obedecerá. Su compañero, el doble de Harry el Sucio le servirá el frankfurt. Tome una servilleta, de esas secantes y tome con la yema de los dedos el frankfurt con extrema delicadeza. Con la misma delicadeza con que cogería su pene recién operado de fimosis. Escoja las salsas. Ketchup y mostaza a partes iguales. Apriete los respectivos envases. Cerciórese que golpea con contundencia el bote y lo estruja hasta que expulse tal cantidad de salsa que haga desaparecer la salchicha bajo borbotones de magma rojo y amarillo.

The ketchup prankHinque sus colmillos en el plástico que cubre el concentrado de nitrato de cerdo. Ignore las más básicas reglas de educación para la ciudadanía. Deberá salir del establecimiento debidamente condecorado. Los medallones de ketchup y mostaza serán un complemento a su vestuario que bien mezclados harán dudar a más de uno si es usted de los de la estelada o de los de la furia española.




Desenlace:


Recuerde: vivimos un tiempo entre imposturas. El frankfurt es la antítesis de las recomendaciones de su médico, su madre, la Organización Mundial de la Salud, las farmacéuticas y la plataforma reivindicativa “Queremos un Bulli de low cost”. Toda una confabulación contra usted. Pero usted es simple y austero. Como un frankfurt. Ya lo dice la sabiduría popular. Menos es más. Y Mas es menos.

pd: un consejo, no se le ocurra ir al lavabo




lunes, 28 de octubre de 2013

La vida de los muertos (VI)


 
Lou Reed: el mago que voló a través de la tormenta


La mañana del 10 de diciembre de 1984 era fría y gélida. Cogí el destartalado autobús que me conducía al instituto y mi cabeza no estaba - aquel día - por las clases de bachillerato. Coincidí en aquel año académico en un aula donde una gran parte de los estudiantes tenía inquietudes musicales de rock de lo más selectas: Beatles, Bowie, Rolling Stones, Springsteen, AC/DC, Who, Led Zeppelin y un largo etcétera. Me sentía realmente a gusto en semejante contexto, porque mi pasión por dicha música había comenzado desde bien pequeño. Como si un extraño electroshock hubiera hecho mutar mi cabeza. Pero aquel día no me atreví a revelar a mis compañeros de clase que aquella noche asistiría al concierto que Lou Reed iba a ofrecer en el Palau d’Esports de Montjuïc. Pensé que no me creerían: tenía 15 años y en aquel tiempo no era habitual que un adolescente asistiera a conciertos de rock. España acababa de salir de una agitada y violenta Transición política. Y si el concierto era de Lou Reed menos todavía. Sólo unos pocos años antes - en la misma ciudad -  durante uno de sus conciertos se produjeron importantes y graves disturbios con la policía.

Así fue como asistí a mi primer gran concierto de rock. Una huella indeleble para siempre en mi vida. Fui la envidia del instituto al día siguiente para aquellos que - todavía incrédulos - aceptaron la versión de una historia que otros creyeron inventada para impresionarlos. La ida y venida de Cornellá al Palau d’Esports se produjo en un Volkswagen Escarabajo. Un vehículo peculiar y majestuoso entre el parque automovilístico español de aquel entonces donde solo menudeaban supermirafioris, cuatro latas y citroens tiburones. Meses más tarde, aquel concierto fue emitido por TVE2 en marzo de 1985 en el programa de La Edad de Oro.


Lou Reed era más que un genio. Era un visionario. Un mago cuya púa de guitarra era una varita mágica que transformaba acordes y letras en nuevas sensaciones. Levantarte de la cama en pleno apogeo hormonal adolescente y poner tu primer pensamiento en una cinta de casete y escuchar Sweet Jane o Rock ‘n’ Roll podía convertir un día ordinario de tu vida en un día perfecto.

No fue casualidad asistir a dicho concierto. Tirando de hemeroteca cerebral uno de mis primeros recuerdos de infancia no es visual. Es sonoro. Fue una tarde en que escuché Walk on the wild side tras la puerta de la habitación del primogénito de la familia. 

Volví a verle en 1989 en la gira del álbum New York. En 1991 tuve la grandísima fortuna de obtener una entrada al Palau de la Música a la presentación del álbum Magic and Loss, un concierto intimista inolvidable, basado en el proceso por el que pasó Lou Reed ante la muerte por cáncer de dos de sus amigos. En 1996 me marché a vivir a Londres y al quinto día de mi estancia, y sin tener ni puñetera idea de inglés, me fui solo a verlo a la otra punta del Big London. De regreso perdí el último metro de vuelta y puedo contabilizar aquella noche como la única en mi vida en que he dormido en el metro: sólo, en un perdido y hostil enlace de los Eastenders londinenses.  Ni siquiera fui consciente del lío en el que me podía haber metido. Pero no me importó: era muy feliz de haber asistido a un concierto del señor Lewis Alan Reed.



Después lo vi más veces, hasta que en 2000 fui a Razzmatazz de nuevo con mi hermano (algo así como mi primo Zumosol del rock) y Jordi P. una persona amiga y querida al que - pocos meses después - la carretera se lo llevó por delante. Me afectó tanto, que no pude volver a asistir a un concierto de Lou Reed. No me veía con el ánimo suficiente para seguir viendo a mi ídolo. Como si hubiera sido uno de aquellos días en que te haces viejo de repente.


Cualquiera de estas cuestiones personales no dejan de ser anécdotas, como las de cualquier otra persona enamorada de la poesía, el rock y las vanguardias. Pero a la vez que explico esto, miles de jóvenes, y no tan jóvenes, de esta vida y de los que ya no están entre nosotros tienen algo en común: haber sido desgarrados por el lado salvaje de este poeta del rock and roll. Y toda esta familia se ha sentido más vacía que nunca al saber de la muerte de Lou Reed el 27 de octubre de 2013. Todas las referencias periodísticas de la mañana siguiente han sido unánimes:



Pero sobre todo padre y maestro musical de generaciones enteras de la música, el arte y la cultura.

Desde sus tiempos en The Velvet Underground o pasando por el rock-poesía urbana de sus discos en solitario creó éxitos y piezas claves en la historia del rock como Walk on the wild side, Heroin o Perfect Day. Pero limitarse a los hits es simplificar su valía. Toda su discografía está repleta de ricos matices, de propuestas que van desde lo íntimo (Magic and Loss), a lo conceptual (Songs for Drella, The Raven), o de lo que mejor se le daba: la mezcla de rock y poesía urbana donde seguramente con el álbum New York alcanzó uno de los puntos álgidos de creatividad en su carrera.


Su influencia marcó para siempre la evolución de la música rock. Sin él podríamos hablar seguramente de punk, rock alternativo, poesía urbana, cultura underground pero en otros términos (y además descafeinados). Lou Reed era un pez huraño que nadaba a contracorriente, al que nadie podía asir desde los largos y poderosos tentáculos del rock business o el mainstream. No se dejaba imponer las directrices comerciales de las discográficas. Sus letras no hablaban de chico conoce a chica. Sus letras, crudas, hablaban de yonquis, putas, locos, enfermos, de todo aquello de lo cual la clase media (que define a los mediocres y no el estatus económico) nunca ha querido hablar ni ver. Y de la clase política ni hablemos: conocidas son sus ácidas e inteligentes críticas a los políticos conservadores americanos.

Y todo ello desde un punto de vista poético en un ejercicio intelectual que produce en quien lo escucha una fascinación mágica y secreta. Por eso hubo una época en que secretamente todo el mundo quería ser Lou Reed.


Un músico complejo y enigmático. Un genio solitario. Un músico influyente. Un artista total que mezclaba con facilidad la literatura, la música y la vanguardia artística. Su voz, profunda única y característica proyectaba poesía: la poesía de aquellos que caminan por otros caminos – salvajes o no – de la vida. Una vida desnuda de todo convencionalismo.

Una vida, la de Lou Reed, que nos ha dado otra vida -y diferente- a muchos, alejada de las referencias culturales estándard. Una vida que seguirá presente entre los que le amamos y le seguiremos amando. Aunque la vida actual sea tan diferente a aquella otra. La de los que buscaban sus discos en Perpignan. De aquella vida llamada Transición política. De aquella otra en que no existía lo digital y los vinilos eran algo más que un producto comercial. O de tantas otras vidas de aquellos que, seducidos por la locura, la insatisfacción y la mediocridad se equivocaron al escoger el lado más salvaje a través de drogas duras y excesos que pagaron con la propia vida.




Entre los muertos y la vida de los que quedamos hablamos un mismo lenguaje. El de otra dimensión, llamémosle poesía y rock urbano, que nos dejó para siempre el mejor poeta eléctrico. El mago que voló a través de la tormenta. Y espera en la puerta de la noche para despertar en la calma. Eterno.

Gracias Lou.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Ley, democracia y derecho a decidir


El pasado 13 de septiembre el escritor Javier Cercas escribía un artículo en El País Semanal, acerca de la cuestión del derecho a decidir, debate generado al albur de las diferentes iniciativas ciudadanas puestas en marcha en Catalunya que defienden y reivindican el derecho a realizar una consulta popular sobre la independencia de dicho territorio. En el artículo, titulado Democracia y el derecho a decidir, el escritor critica implícitamente la dudosa legitimidad de abrir un hipotético proceso de escisión del Estado español fruto de la voluntad de un grupo de población, según él, minoritario.

Cartel de Via Catalana cap a la Independència.
Fuente: www.assemblea.cat
También critica que Catalunya sufre un clima social impregnado de totalitarismo soft. De hecho, el artículo cuenta con diversas afirmaciones como que se vive una falsa unanimidad de mayoría que quiere la independencia que existe una concordia ficticia (se refería ciertamente al 1.400.000 personas que se manifestaron en la Vía Catalana en la Diada de Catalunya) o que en democracia no existe el derecho a decidir. O que la democracia consiste en decidir dentro de la ley.


anatomia de un instante (tapa dura)-javier cercas-9788439722137
Portada del libro de Javier Cercas (fuente Ed. Mondadori)
Sorprende que el reconocido y excelente escritor de la novela (o ensayo histórico disfrazado de ficción) Anatomía de un instante se manifieste en dichos términos Máxime cuando debería saber - después de haber investigado, de haberse documentado y de haber contabilizado centenares de horas de entrevistas con los principales actores de la Transición a la democracia - que los andamios y engarces del actual Estado de derecho español se construyeron sobre un escenario no precisamente democrático. De hecho, los errores de aquella Transición se están pagando ahora. Aquel café para todos ha acabado siendo una bomba de relojería en un marco extremo de crisis que los actuales políticos no saben cómo solucionar.

Aquel  proceso de Transición no tuvo nada de democrático por lo siguiente:

1.- Los movimientos antifranquistas,  ya fueran de izquierdas o independentistas, quedaron fagocitados por los rápidos pactos que alcanzaron fuerzas nacionalistas satélites, franquistas reciclados a europeístas liberales y la traición de los dos grandes sindicatos CCOO y UGT. Un baile de debilidades (que no de fuerzas) marcaron el adn de la actual democracia cuya guinda es la supuesta aceptación de una monarquía parlamentaria impuesta por una ley orgánica del dictador y genocida Franco.


los secretos de la transicion: del batallon vasco español al proc eso de los gal-francisco j. satue-97884973439542.- Cada vez existen más estudios y averigüaciones que sostienen como cierta la hipótesis de que se planificó una estrategia de la tensión con la aparición de la guerra sucia de los servicios secretos del Estado para amedrentar a los movimientos obreros de base e impedir que éstos fueran más allá en su lucha y alcanzar lo que una silenciosa mayoría deseaba: una ruptura con el régimen y no una reforma política. Esto último es lo que acabó ocurriendo. Pero una política de información poco transparente por parte de los gobiernos socialista y popular impide llegar al fondo de la cuestión: el acceso a muchos de los archivos españoles con numerosa documentación de acceso restringido gracias a una nada democrática Ley de Secretos Oficiales aprobada en 1968  todavía vigente. Esta ley no sólo no ha sido actualizada ni derogada por otra más acorde a los tiempos modernos y democráticos, sino que ha sido reforzada para impedir el acceso a los archivos de las embajadas españolas de diversos países. Este hecho ha sido denunciado por un numeroso grupo de investigadores y archiveros que no pueden, entre otras cosas, investigar la documentación de hace más de 30 años, tiempo límite ante el cual es obligatorio la desclasificación de papeles. Curiosamente ha coincidido en el tiempo este hecho y el debate de la Ley de Transparencia hace pocos días aprobada.

Portada del libro La Transición Sangrienta
De hecho, los estudios de Xavier Casals, investigador de los movimientos de extrema derecha, demuestran lo determinante que fueron estos grupos camuflados (tanto españoles como italianos y algunos de ellos bajo la tutela del ejército secreto Gladio de la OTAN) para tener controladas las fuerzas antifranquistas, especialmente las de izquierda, anarquistas e independentistas. Cabe destacar en este sentido el estudio de La Transición sangrienta de Mariano Sánchez Soler que relaciona todas las víctimas de la violencia política en la Transición. Muchas de ellas lo fueron por parte de las fuerzas de seguridad del Estado o por comandos fascistas que trabajaban para una corte de comisarios franquistas y torturadores profesionales. Curiosamente, muchos de aquellos episodios oscuros y nunca esclarecidos y que determinaron el clima de decisión política son fantasmas que amenazan con su reaparición. Los actuales alumnos aventajados en defender la indisoluble unidad de España ya han resucitado. Como así ocurrió en Madrid el pasado 11 de setembre cuando conocidos militantes de extrema derecha atacaron la sede de la Generalitat en la capital del reino.

Todo este recorrido historiográfico, que a priori no tiene que ver con el articulo de Cercas sirve para rebatir al célebre escritor la parte de Historia que conlleva en su apreciación de democracia y ley. 

Volviendo al ámbito de la teoría política, Javier Cercas confunde la praxis democrática con un proceso constituyente (que puede ser o no democrático). Un sistema democrático no es una ley en sí misma. Es un contrato social surgido del pacto entre individuos que libremente deciden constituir un nuevo orden. La ley, en democracia, está para ser cumplida,  en eso estamos de acuerdo. Pero la democracia no es ley ni la ley necesariamente debe ser democrática. En este sentido el investigador en Sociedad de la Información de la Universitat Oberta de Catalunya, Ismael Peña afirma en su blog IctLogy en su último post que el derecho a decidir es un derecho individual y no colectivo. Y afirma que El derecho de autodeterminación es previo a la Constitución porque primero viene la decisión de crear una sociedad y después viene el explicitar, el fijar negro sobre blanco, cómo se va a organizar.
 




Portada del libro Cultura de la Transición
Por tanto, el artículo desprende importantes y graves errores de apreciación en los conceptos más básicos de la disciplina de la teoría política. Y pasa por alto cuestiones historiográficas que conoce (o debería conocer) perfectamente; eso o al menos que ignore que existen muchos documentos sin desclasificar y que contienen información que ninguno de sus entrevistados le dijo. Su artículo destila una idealizada y mitificada idea de democracia (la que dibujó la Transición) y de su ley constituyente - la Constitución - como ley suprema, única y sagrada. ¿Pretende decir que existió antes la ley que el hombre? ¿Como si una fuerza mítica y sobrenatural ya hubiera otorgado a los mortales una serie de leyes y contratos bajo los cuales deberían regirse? Quizás sea víctima de lo que un grupo de intelectuales llamó como la Cultura de la Transición en el que la aparente progresía de la izquierda acabó aplicando un programa de establishment y doctrina del fundamentalismo democrático. Lo cual ha acabado condicionando otras formas de hacer política o escuchar - como es el caso - a una parte importante de la población que pide ser consultado democráticamente en las urnas si quiere pertenecer o no a un estado.

De los artículos de Ismael Peña en Sociedad Red Blog se deduce que la naturaleza de las leyes de un Estado de derecho contempla su interpretación, su flexibilidad y su actualización si fuera necesario. La democracia obedece a unos principios no a la ley. El acuerdo y pacto social precisa de un cauce legítimo para expresar la construcción de un espacio regido por la ley. Primero se legitima. Luego se legisla. La democracia se construye en base a una legitimidad no a una legislación. Lo contrario son leyes pero no democráticas.

Por tanto democracia es mucho más que decidir dentro de las leyes. 

Al menos que sean leyes de la frontera, las cuales Javier Cercas conoce muy bien.