sábado, 1 de diciembre de 2012

Los políticos que no amaban a los cines

El Periódico de Catalunya. Jueves, 29 de noviembre de 2012

Cornellà pierde el Cine Pisa, su última sala de cine tradicional

En su lugar se edificarán un centenar de viviendas, 20 de ellas de protección oficial

  
Sábado tarde. Diciembre de 1977. Ocho añitos. Mi vecino Johnny y yo salimos de la colmena de hormigón, calle trece, celda seis. Abordamos la travesía de montículos de tochanas, pegotes de cemento y tropezones de alquitrán. Sorteamos el enredo del gato Blas triscando con las raspas de merluza en el descampado. Las chapas, las limas y las gomas de saltar eran de todos y no eran de nadie. Recordando la catequesis del viernes. De corte comunista. Del padre Salvador. Un cura pecador, de los de verdad. Como Dios manda. Acogiendo reuniones clandestinas, camellos y desahuciados en la parroquia más libertaria de los márgenes urbanos. Y con la hoja afilada del obispado meciéndose amenazante sobre su calva. Y el padre Salvador meciéndose en el descampado de la insurrección como quien oye llover. Pantalones de pana de extrarradio. Con la plasta de barro salpicada en los tobillos. El pantalón remendado del invierno anterior  y las rodilleras de tergal que nos cosía la abuela se mostraban como orgullosas condecoraciones al mérito callejero. Y los bolsillos custodiando los cromos repes: Iríbar, Migueli y Santillana. Y con la imagen futbolística del año, refulgiendo en la retina infantil: Juanito recibiendo un botellazo en el Yugoslavia-España. El orgullo de la roja, extraviada por culpa de míseras guerras civiles, secuestrada por el Plan Marshall y la  escopeta nacional. El Mundial de Argentina 78 esperaba.
- ¡No diga Kempes, diga gol! - aullaba el locutor de Carrusel Deportivo
Hasta que Cardeñosa falló lo imposible. Lupas de hipermetropía de diagnóstico tardío. Noticiarios de plomo. Atentado por la mañana, atentado por la tarde. Noticias nunca programadas, siempre aseguradas. 625 líneas de blanco y negro.
- España tiene dos graves problemas: ETA y Cornellá - dijo el militar.
Yo no sabía por qué. Sólo sabía que Cornellá tenía mil conflictos y no había problema alguno en ello.



Héroes: los había de dos clases: los de papel, de la Bruguera. Y los de carne y hueso: los perros callejeros. Y también había villanos: los señores de gris sobre fondo gris que bajaban por la avenida corriendo y te estampaban la porra en la espalda. Al jadear se les olía el agrio del alma indigestada por cuarenta años de dictadura. Donde nunca supimos qué cojones era aquello de la Nova Cançó ni falta que nos hacía. Ya teníamos a La Banda Trapera del Río, los príncipes de las cloacas, los Sex Pistols del Llobregat. El primer grupo de punk de España.  


Y sin pensar un segundo en todo aquello, así fue como mi vecino Johnny y yo fuimos juntos a ver La guerra de las galaxias. Una  larga cola compuesta por un chiquillerío histérico e impaciente, espoleado por los vuelos marciales de Bruce Lee  nos esperaba. Dobles sesiones de kung-fu y humor grueso. Serie B. B de barrio. 75 pesetas. De fotogramas quemados, de operadores de corta y pega y sonido chisporroteante. Luego vendrían Bud Spencer, Grease, Supermán, E.T. La general y la platea. El gallinero y la purria, los hijos de trabajadores. Y las banquetas de madera, cuidado no te fuera a tocar la de la semana pasada que algún quinqui partió en dos mientras se lo montaba con Paqui la del colmado. El acomodador entonces mostraba la tarjeta roja y expulsaba del cine al quinqui y sus amigotes. Y los niños explotaban a reír, y el cine aplaudía. El crujir de las bambas sobre la alfombra de pipas y la sesión contínua. Eso era el cine Pisa.



¿Y ahora, qué? Ahora palomitas de plástico y viviendas de corrupción oficial.

Que la fuerza os acompañe.

3 comentarios:

  1. Son recuerdos imborrables. La estampa actual es muy desalentadora. Gran post!

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  2. Gracias Patricia por tu comentario. Sí, desalentador es la palabra adecuada. No entiendo por qué se ha ninguneado la reivindicación de mantener el cine.

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  3. Una decisión que no entendemos, un recuerdo de infancia que nos borran. Felicidades por tu crítica, como siempre, magnífica.

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